Montalbano en Valdivielso

Tal día como hoy, hace 300 años, el 28 de noviembre de 1719, fallecía un siciliano en Puentearenas de Valdivielso. Aquel súbdito del Reino de Sicilia, llamado Antonio Montalbano i Turano, había establecido su residencia en La Puente en 1677, tras casarse con la jovencísima Francisca de Hebro y Bañueta, hija de Pedro y Ángela, nacida allí el 21 de noviembre de 1663.

Antonio de Montalbán, que es como le llamaban sus vecinos valdivielsanos, había nacido hacia mediados del siglo XVII en Caltabellotta [Kaltabeloota, con la segunda “l” a la catalana, y alargando la “o” a la italiana; nada de “bellota”, por favor], agreste y bella población de la jurisdicción de Palermo, en la región de Agrigento, siendo sus padres Pellegrino Montalbano y Laura Turano, naturales asimismo de Caltabellotta.*

Antonio de Montalbán y Turano ejerció en Valdivielso el oficio de barbero, que en aquellos tiempos incluía el de cirujano. Si bien él cuidaba las barbas de sus vecinos de Puentearenas, además de arreglarles algún que otro brazo dislocado o mancado, y extirparles de vez en cuando algún doloroso forúnculo, sin embargo, sus vecinos no le respetaron a él las barbas, ya que enseguida se le subieron a ellas. En 1678, un año después de llegar Antonio de Montalbán a Puentearenas, hubo unas elecciones en el concejo para nombrar regidores, mayordomos y jurados. En aquellos tiempos los regidores eran dos, uno por el estado de hijosdalgo y otro para representar a los pecheros, que formaban el estado general. Los mayordomos, por su parte,  eran los que llevaban las cuentas: uno las de la parroquia y otro las del concejo, aunque podía haber algún mayordomo menor para colaborar en las tareas administrativas. Finalmente, los jurados eran unos ayudantes de los regidores y realizaban tareas diversas en la comunidad. Parece ser que los jurados eran los que más curraban, y a la gente no le resultaba muy apetecible el cargo. Por esta razón, el concejo de Puentearenas había establecido un sistema muy preciso, y bastante peculiar, para designar a estos colaboradores. Cuando se nombraba jurado a un hidalgo, este ejercía el cargo durante un año y no estaba obligado a volver a hacerlo durante el resto de su vida. Sin embargo, en el caso de los pecheros se elegía a los últimos que se había casado en los años anteriores a la elección, y no se relevaba a un pechero hasta que otro se casaba. Desde luego, era un método curioso, sí, pero  suponía que los pecheros, que además eran muy poquitos en el pueblo, podían estar obligados a hacer tareas para la comunidad durante muchos años.

Y esto fue lo que le sucedió a Antonio de Montalbán y Turano. En 1677, cuando empezó a residir en La Puente, no le admitieron la inscripción en el padrón de hidalgos, y en 1678 fue nombrado jurado, sometido a la norma de permanencia en el cargo que regía para los pecheros. Viendo las cosas venir, Antonio empezó a pedir documentación a Sicilia, pensando que con buenos papeles e informes relativos a su buena cuna conseguiría que sus vecinos le reconocieran la hidalguía. Pero no fue así y, para colmo, en 1687 volvió a ser nombrado jurado, con el añadido de ser también mayordomo menor, y entonces Antonio saltó: «¿O sea que aquí voy a ser yo el chico para todo y, además, de por vida? Pues que sepáis que ya tengo entablado un pleito en la Real Chancillería de Valladolid, y me vais a aceptar como hidalgo por real sentencia.» Estaba muy enfadado el siciliano, y envió a la Real Chancillería un cumplido informe de lo que le estaba pasando en el pueblo. Además, ya había enviado en 1686, a través del escribano de Población, Alonso Díaz de Tudanca, las declaraciones firmadas de unos cuantos convecinos amistosos que informaron de que Antonio era pobre, es decir, «no poseía bienes raíces de heredades, ni casas, ni viñas, ni juros», y su único sustento era lo que ganaba ejerciendo su oficio de barbero, con lo cual el pleito además le iba a salir gratis. Y lo ganó.

Antonio descendía por su línea materna de una ilustre familia siciliana, los Turano, procedentes de Caltabellotta y de la vecina Sciacca, entre cuyos miembros, aparte de algún militar, había habido varios jueces. La familia Turano produjo también algunos aristócratas con títulos nobiliarios obtenidos en los siglos XVII y XVIII. De la línea paterna hay poca información, pues Antonio no aportó dato alguno sobre las actividades de los Montalbano al presentar la documentación que hizo llegar desde Sicilia, y que tradujo al castellano, para la Sala de Hijosdalgo de la Real Chancillería de Valladolid. ¿Tendría algo que ocultar al respecto? ¿Algo que posiblemente explicaría su emigración desde Sicilia hasta el recóndito y lejano Valdivielso? Desde luego, que un chico siciliano de buena familia se marchara de su país y llegara, no se sabe cómo, hasta la Montaña de Burgos para ejercer de barbero en un pequeño pueblo, es algo cuando menos extravagante.

Pero lo cierto es que se quedó en Valdivielso y unió sus dos apellidos, porque está claro que valoraba mucho el segundo, el Turano. De hecho sus hijos Marcos y Tomás, nacidos en Puentearenas en 1685 y 1689 respectivamente, lo recibieron así, y el apellido compuesto «Montalbán y Turano» se transmitió durante varias generaciones, no por parte de todos los descendientes, ni en todas las ocasiones, pero la verdad es que no olvidaban su ilustre compuesto. En el Catastro de Ensenada se puede ver que en 1752, además del labrador Tomás (un hijo suyo, Marcos, emigró a Cádiz) y el cirujano Marcos, ambos hidalgos notorios y residentes en Puentearenas,  los cabezas de familia con el primer apellido Montalbán y Turano son ya también los de la tercera generación, que se van repartiendo por el Valle: Manuel y Pedro, vecinos de El Almiñé, y Francisco Xabier, residente en Valhermosa. Sobre este último ya hablaremos en otro momento, así como de otras curiosas familias «inmigrantes extranjeras» que llegaron a la Merindad de Valdivielso entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, o sea, en torno al 1700. Llaman la atención los «Dubourdieu», que se tradujeron el apellido a «Burdeos»; o los «Brasquet», que se convirtieron primero en «Vázquez» y luego en «Velasco». Sobre todos ellos hay algunas cosas que contar, y otras que averiguar. La inmigración siempre es interesante y, a veces, incluso misteriosa.

Un saludo para Antonio Montalbano i Turano, que llegó desde el Reino de Sicilia, que lleva tres siglos exactos descansando en la gloria a orillas del Ebro, tan lejos de su Caltabellotta caliente y mediterránea, en el verde paisaje norteño de Puentearenas, en un paraíso llamado Valdivielso.

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*[El nombre "Caltabellotta" procede del árabe “Qal'at al-Ballut”, que significa “roca de los robles”. Como ya sabréis, pero yo no lo sabía, es famosa la "Paz de Caltabellotta", firmada entre Federico de Aragón y Carlos de Anjou el 19 de abril de 1302, que puso fin a la larga y cruenta guerra de las Vísperas Sicilianas (1282-1302) entre aragoneses y angevinos, y por la cual Sicilia pasó a estar bajo la influencia del Reino de Aragón. Lo de “Vísperas Sicilianas” me sonaba a una ópera de Verdi. ¡Ay de mí! ¡Cuánta historia me queda por aprender!]

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Ilustraciones: Caltabellotta, foto de Vincenzo Montalbano.

Mertxe García Garmilla